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martes, 15 de marzo de 2011

El poder de la desinformación.

Me parece increíble que hechos inusuales e importantes no sean noticia. No entiendo como es posible que Islandia haya tenido una revolución social, política y económica durante los últimos tres años y todo ocurra en silencio, sin que los medios de comunicación se hagan eco.

Cuando hay una catástrofe, tanto si es natural como si es un acto terrorista, las imágenes nos bombardean ad nauseam. Cuando hay una rebelión también, sobre todo si es sofocada violentamente o se convierte en una masacre. No es difícil encontrar el denominador común: el  miedo. Los medios de comunicación ejercen una influencia muy grande sobre la población a través del miedo.


Sin embargo cuando algo importante ocurre que demuestra el poder de la gente normal, del pueblo llano en su determinación por conseguir algo, los medios de comunicación se vuelven como aquellos del trabalenguas: tercos, mercos, chivirigordos sordos y ciegos. 

Haciendo corta una historia más larga, cuando la famosa crisis que nos azota llegó a Islandia en 2008, los ciudadanos no estuvieron de acuerdo con las consabidas medidas de rescate que obligan al contribuyente a pagar por los errores de la banca. Básicamente salieron a la calle, hicieron dimitir al gobierno en pleno, y están en proceso de reescribir su constitución para evitar que algo así ocurra de nuevo. Los responsables de la debacle económica están detenidos o perseguidos por Interpol. La economía islandesa está en recuperación. Entiendo que Islandia es un caso un poco particular, más que nada por su tamaño. Con poco más de trescientos mil habitantes es lógico pensar que cualquier proceso resultará más sencillo que en España (44 millones bastante mal avenidos), los USA (300 millones y unos quince millones más que no cuentan) o cualquier otro país. Pero para mí lo más importante no es si es extrapolable o no, si no el hecho en sí de que haya pasado desapercibido porque los medios de comunicación apenas lo han contado tímidamente. 

¿Por qué? Me niego a pensar que sea porque Islandia es pequeño o porque no tiene peso político, militar ni económico. Tengo la impresión de que no se le ha dado la importancia que tiene precisamente por eso, porque tiene importancia, y mucha,  pero de una forma contraria a la mayoría de las noticias con las que nos bombardean. En este caso no ha habido violencia, y las cosas han ocurrido como deben ocurrir, porque la mayoría lo ha querido. De forma pacífica se han producido los cambios solicitados. El sistema, por una vez, ha funcionado como debe funcionar. El poder no es de los que representan al pueblo, si no del pueblo que los ha elegido para representarlos. Como se generalice el ejemplo de Islandia y en todos los países los ciudadanos salgan en masa a la calle a clamar por lo que es suyo, las consecuencias para los que mueven los hilos entre bambalinas serían catastróficas. Por eso la noticia ha pasado de largo discretamente. 

Afortunadamente, los medios de comunicación tradicionales empiezan a perder control a favor de las redes sociales y de los medios alternativos. Para mí, eso significa que tenemos en nuestras manos un instrumento importante de cambio. Ser conscientes de lo que comunicamos, de lo que compartimos, de lo que decimos tanto como de lo que escuchamos es parte de la impronta que, nos demos cuenta o no, vamos dejando en el mundo. 


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